* Un nuevo libro del historiador José Luis Ona, que aporta datos sobre la Tudela de las postrimerías del "Siglo de las Luces"
* La Institución Fernando el Católico ha recuperado y publicado el diario, hasta ahora inédito en castellano, de Joseph Branet, sacerdote refractario que se refugió en España y vivió en Tudela en 1797.
Branet clérigo ”refractario” - (se negó tras la Revolución francesa a someterse al nuevo orden y prestar juramento a la ‘Constitución civil del clero’, aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente de Francia) -fue párroco de una pequeña población del sur de Francia y en 1792, como muchos otros sacerdotes remisos al juramento cívico optó por el camino del exilio.
En su diario Joseph Branet, recogió su forzada estancia española desde su llegada en 1792 hasta su marcha ocho años después, el 13 de octubre de 1800, cuando traspasa el Puerto de Benasque rumbo a Bañeras de Luchón, terminando así su exilio forzado.
La obra, publicada en 1927, de manera incompleta, ya que se había perdido el primer cuaderno de los cuatro que integraban el diario, y en una limitadísima edición francesa de 100 ejemplares, ha permanecido olvidado en nuestro país. Ahora la acaba de publicar la Institución Fernando el Católico, en una edición crítica y en castellano, rescatada por el historiador aragonés José Luis Ona González que lo ha traducido junto con Virginia Tabuenca y ha recreado con el máximo rigor, en un apéndice, el contenido de aquel cuaderno perdido.
La Tudela de finales del XVIII
Aunque Aragón es el escenario donde mayoritariamente se centra el diario, Navarra y Tudela en especial ocupa un capítulo destacado (págs.118 a 142). Su estancia en Tudela data de noviembre de 1797 hasta el 14 de agosto de 1798 cuando debido a “que ni las aguas ni el aire de Tudela convenían a mí salud y los medios para mantenerme se hacían cada vez más difíciles” marcha a cubrir una vacante de capellán en la diócesis de Lérida.
Ocho meses en los que Branet, en un texto, mitad “memorias” mitad “libro de viajes”, escribe y describe la Tudela de finales del XVIII. Inicia Branet su relato narrando su viaje en barco por el Canal Imperial de Aragón hasta su llegada a Tudela, donde alquila en la calle de Herrerías “un cuarto con derecho a cama y manutención”. A partir de ahí el clérigo relata sus paseos por El Bocal, las fiestas de Navidad , el estado de sus calles, parroquias y edificios más notables , el carácter y costumbres de sus vecinos, los espectáculos taurinos, las Fiestas Patronales, el trabajo de los agricultores que él califica como “agricultura honrada” , las ceremonias religiosas de Semana Santa, ….
En resumen, una visión global, curiosa y desconocida hasta ahora que gracias al buen hacer del historiador José Luis Ona se presenta como una importante fuente documental, por los datos que aporta y la facilidad que ofrece para el estudio y conocimiento de la historia de nuestra ciudad en las postrimerías del “Siglo de las luces”.
Destaca en la edición el cuidadísimo apartado gráfico del libro, que cuenta con la aportación de numerosas y exquisitas ilustraciones, muchas de ellas inéditas o apenas vistas, así como unas extensas y completas notas al texto que ayudan a comprender y ofrecen, para estudiosos y lectores en general, valiosas aportaciones al texto original.
La “Bajada del Ángel”
Reproducimos aquí textualmente como un ejemplo , y dada la proximidad de la celebración de esta tradición, la descripción que Joseph Branet hace sobre “La Bajada del Ángel”, que viene acompañada por la ilustración sobre la misma, obra de Juan Antonio Fernández (1787), que representa la “Bajada del Ángel” y la procesión de Pascua de Resurrección.
“El día de Pascua, hacia las seis de la mañana, el cabildo sale en procesión de la catedral. Va precedido de varias personas que llevan unas hachas encendidas en la mano; sigue detrás la estatua de la Virgen, cubierta de un velo negro, y los canónigos que llevan al Santísimo Sacramento. Cuando la Virgen aparece en la plaza, un niño, casi desnudo, adornado con una vestidura de tafetán que le ciñe parte del cuerpo, tal como se representa a los ángeles portadores de una buena nueva, y con una antorcha encendida en la mano izquierda, desciende del balcón principal de la casa del ayuntamiento con ayuda de sus alas y de una cuerda sólidamente tendida de un extremo a otro de la plaza, elevada del lado de la salida y que baja de forma imperceptible hacia el extremo opuesto. Llegado al sitio donde se ha detenido la imagen de la Virgen, le anuncia la resurrección de su hijo, y le quita el velo de luto que la cubre. La alegría parece pintada en su rostro. Después de haber cumplido su misión, vuelve como si volase hacia el balcón de donde había partido, que se cierra al instante. La Virgen está muy adornada y tiene una cara risueña. Esta ceremonia atrae mucha gente y merece ser vista”.
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